Capítulo tres - Sábado 2 de abril



ABRIL

El carnero a la parrilla

Sábado 2 de abril

13:00. Bueno… después que pensé que era un renacuajo al cual nadie deseaba acercarse por oler a podrido, a ajo o a cerveza, ayer me he llevado una agradable sorpresa.

Las secuaces con las cuales me junto a almorzar en la empresa me tenían algo preparado.

Debo reconocer que durante toda la semana anduvieron un poco raras conmigo. Alejadas, con secretillos y cotilleos a los cuales se negaban a sumarme. Cuando llegaba a la mesa, todas se quedaban en silencio con un misterio a media garganta  que no podían desentrañar.

Ayer por la tarde Cristina, que trabaja en el área de Servicio al Cliente y la cual trajo dos hombrecillos a este mundo, me llamó a mi anexo para saber cómo andaba de tiempo para acompañarla a comprarse ropa. ¡Valor! Fue lo primero que pensé. Odio ir de compras. Odio ir a las casas comerciales y ver como las mujeres parecen gallinas picoteando la ropa y tironeándosela para agarrar una pobre prenda. Mi primera opción fue inventar que debía llegar temprano para acompañar a mi padre para hacer inventario (mi padre es dueño de una hermosa, maravillosa, bella y modesta librería), pero ella me rogó que la acompañara y que a cambio me invitaba a comer algo por ahí. Le dije que lo pensaría. Pero fue tal la insistencia que terminé cediendo… mal…

Pasamos a varias casas comerciales y Cristina no paraba de mirar el celular. Es molesto cuando la gente hace eso con esos menudos aparatitos. Es como cuando estas contando algo personal y alguien dice de la nada “¿Nos vamos?” ¡Una verdadera lata!

Cristina me hizo caminar por todo el centro y finalmente no compró nada. Pero cumplió con lo de la invitación a comer. Pasamos al Rudy Tuesday, que está por calle Moneda, y ¡oh! Sorpresa que me he llevado cuando vi sentadas a todas mis compañeras de colación. Cristina tenía una enorme sonrisa de mamá chocha. Me cantaron el cumpleaños feliz mientras una de las meseras llegaba con una torta que decía “33 polvos”… esa idea debió salir de la cabecita de Berenice…

- Creíste que nos habíamos olvidado de ti pequeña saltamontes – me dijo al oído Cristina.
- Si… en realidad sí… pero me había echo a la idea…
-  Ridícula… fue solo que no teníamos plata para hacerlo. Como recién pagaron el jueves… acá estamos… - añadió Carla tomando un sorbo desde una copa con un líquido azulado.
- Enana… adivina a quién se le ocurrió lo que te sale en la torta – dijo Berenice levantando la cejas y apuntándose el pecho mientras se mataba de la risa – espero que le hagas caso al mensaje eso si po’…
- Ja… ja… muy graciosa…  - respondí sin mucho ánimo, pero contenta por el anecdotario.
- Esta tonta – dijo Olga una dama medio liberal, medio solterona que dice odiar a todos los hombres en especial a sus tres ex maridos, pero que cuando los ve sucumbe a unas noches de desenfrenado sexo senior –, me ha insistido que le dibujara un pene. Me negué, que vergüenza. A cambio me ha hecho escribir esta estupidez en la torta.

El resto de la jornada la pasamos bastante bien. Lo único malo es que estábamos en la zona de fumadores y por lo tanto tuve una larga y asfixiante jornada de fumadora pasiva, que ha hecho a mis pulmones asomarse a un cáncer.

Aún sobrias conversamos de varios temas. Cristina dijo que había dejado a sus dos hombrecillos pequeños al cuidado de su mamá, y que por lo tanto tenía chipe libre. Carla, que es la menor del grupo con 27 años, había dejado a su hijo de 11 a cargo de una vecina. Berenice es una loca que gasta todo lo que gana en pasarlo bien. A sus 45 años es la más liberal del grupo. Cuando quiere sexo dice que le paga a un Puto Gigoló (termino literal que ella utiliza para referirse al individuo) que conoció en una despedida de soltera en un Pub. Dice que el tipo le cumple, tiene 25 años y esta bastante potente.

Como era la hora de los Happy Hour, correspondió dos copas de lo que fuéramos que estuviéramos bebiendo. Yo opté por lo conocido y no esos líquidos multicolores que las chicas se atrevieron a investigar en sus paladares y estómagos. Lo que más claro me quedó que antes de llegar a la mitad del acabado de las copas, todas hablábamos burradas a gritos por alguna extraña razón. La plancha me la llevé yo, cuando por no sé por qué razón argumenté, en cuanto a la perdida de la virginidad y se me salió a gritos un “Yosh perdí mi virrlginidad hace dos años y desde entonces quesh nog copulo”… ¡opsss!… ¡que horror!… trágame tierra y mantenme enterrada por un siglo completo. Por alguna extraña circunstancia del destino, todo el mundo en el local quedó en silencio justo cuando yo lanzaba al aire esa dichosa frase. Mm… cualquiera que haya llegado mientras me cantaban el cumpleaños, se ha enterado que cumplía 33 y que con aritméticas básicas, pudo calcular hace cuanto que no “copulo”… copulo… copular… que palabra más añeja y rebuscada para una borracha… mi mente suele mandarse sola y de qué hablar de mi bocota y cuerdas vocales que con un poco del anestésico alcohol me hace gritar bestiales frases a los cuatro vientos. Barrrrbarie social… suerte la mía que no había nadie conocido.

Las chicas se rieron a carcajadas y todo el asunto fue objeto de molestias durante el resto de la jornada.

Cuando ya comenzábamos la segunda ronda de copas, llegaron los regalos.
Berenice, fiel a su estilo, me regaló un calzón de novia rojo y una vela en forma de falo. Según ella para que le rezara a “San Pico”… estúpida.

Carla me regaló un porta inciensos de loza con unos finísimos inciensos para el dinero, el trabajo y el amor. La bendigo por pensar en mi salud espiritual… 
Olga, me dio unos aceites para mi cabello. Linda ella. Tengo problemas para cuidar mi cabello, se me apesta y siempre es tan quebradizo. Debe ser por lo largo que lo tengo y el stress… 

Cristina me regaló unas películas de Aldred Hitchcock (pirateadas no más): La ventana indiscreta y Psicosis. Adoro a esta mujer.

Hermosa fortuna la que me ha llevado a tener estas hermosas mujeres cerca, las cuales me entienden, me acompañan y me consuelan con real sinceridad aún cuando el destino parece no tener mayor validez. Supongo que por mujercitas como ellas, la vida merece seguir siendo vivida a pesar de las dificultades.

Aún no recuerdo como salimos del local (si caminando dignamente o arrastrándonos). Lo que si sé… es que hoy la resaca me esta matando. Papá me ha traído un vaso de agua mineral heladita y mamá solo ha movido la cabeza con una diabólica sonrisa cuando llegué de madrugada y me fui directamente al baño para devolver brebajes, torta, humo y alguna parte de recuerdos quizás… sólo sé que alcancé a sujetar mi estómago antes de que saliera también disparado por mi boca…
Juro no volver a beber en mi vida… 

Continuará...


YiyiD

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